Matan 2071 personas, entre ellas, más de 500 chicos, cuyos
cadáveres son colocados en refrigeradores de heladerías porque las morgues no
dan abasto, bombardean un hospital, la central eléctrica, escuelas que sirven
como campos de refugiados identificadas con el emblema de la ONU, siempre con
la excusa de terminar con los dirigentes de Hamas; pero cuando apuntan a la
casa de uno de ellos, matan a su mujer, a un bebé, al resto de los hijos, y a
él no lo matan, porque nunca vivió allí.
Algunos judíos, como una legisladora de derecha israelí
piden matar a las madres palestinas que van a parir terroristas, aquíotros llevan
sillitas plegables para ver cómo bombardean la Franja,aquí un político israelí afirmó
que por la “templanza” del ejército de Israel deberían darles el Nobel de la
Paz;aquí un diplomático le respondió al gobierno de Brasil, cuando condenó la
masacre, tratándolo de “enano diplomático”, y diciendo con sorna que una “respuesta
desproporcionada” en relación a los ataques que se acaban de describir más
arriba, no es lo que ellos hicieron sino perder 7 a 1 contra Alemania.aquí
Otros judíos, como una joven en Gran Bretaña, quemó su pasaporte
israelí frente a Downing Street 10, afirmando que seguramente nunca más
volvería a Israel. aquí Un joven norteamericano que fue a protestar a Israel, fue
reprimido y detenido por la policía. aquíGrupos de israelíes se manifiestan contra
la guerra, aunque saben que la avanzada fascista dentro de su país los pone
cada vez más en riesgo. Un rabino se pronuncia dramáticamente contra este orden
de cosas,aquí el historiador Illan Papé hace lo propio. aquíSe los tilda de inmediato
de “judíos que se odian a sí mismos”, que es el modo en que la maquinaria de
propaganda sionista califica a los que critican la política del estado de
Israel, se trate de sus conexiones con el apartheid en Sudáfrica, la dictadura de
Somoza o el genocidio palestino.aquí Entre ellos se cuentan Noam Chomsky, Juan Gelman y Woody
Allen. aquí
Frente a este panorama, otros judíos intentan con la
judeofobia: una categoría que resurge cada vez que las respuestas contra los
salvajes ataques del Estado de Israel a los palestinos son evidentes. “No es
cierto lo que está pasando”, parecen
querer decirnos, “es el odio que sienten por nosotros”.
Lo curioso es que frente a más brutalidad, frente a un
genocidio por el que no mueven un dedo y empiezan a justificar, lo que
finalmente podrían conseguir es que la gente los aborrezca. Y entonces sí,
tendrían su bendita judeofobia con la que justificarse.